Rabia

La energía de la rabia va de dentro a fuera. Aunque muy a menudo se queda dentro como veremos a continuación. Mostrarse rabioso o molesto no está demasiado bien visto. Tiene grados: puede ser una leve molestia o puede llegar al odio o la cólera. Sentir rabia se puede deber a dos aspectos:

-o bien porque hay algo que no se adecua a nuestras expectativas.

-o bien como reacción a una sensación de ser invadidos o agredidos o que nos están faltando al respeto.

En este segundo sentido es útil para poner límites a otros. Sin embargo, es difícil parar los pies a otros porque, como digo, no es una emoción bien considerada. En sesión me encuentro muy a menudo que a las personas se les detonan ciertas preocupaciones ante la idea de mostrarse molestas o enfadadas: “no está bien enfadarse”, “le puedo hacer daño al otro o herirle… y eso no está bien”, “¿qué van a pensar de mi?”, etc. No se trata de estar en conflicto todo el tiempo o a la mínima de cambio. Eso no quiere decir que acepte con una sonrisa que alguien me esté pisando la mano todo el rato. Curiosamente, esta emoción parece que estar relacionada con asuntos morales, con la pareja bien y mal. Para aprender a manejarse con la rabia y usarla para poner límites a otros o a ciertas circunstancias, lo habitual que me encuentro es que antes tengo que trabajar con el sentimiento de culpa. O también el miedo a enfrentarse a ese otro o a la situación. Por ahora me detendré en la cuestión de la culpa dado que me parece especialmente interesante. Cuando la cosa va de ponerle un límite a alguien y aparece la culpa, lo primero que le digo a la persona es que a veces uno tiene el derecho de enfadarse o a disgustarse por algo. Y que decírselo a la otra persona no necesariamente va a herirla. Dependerá mucho de cómo se lo exprese. No es lo mismo gritar el enfado que comunicarlo en un tono contundente.

La cuestión es que la persona vea también el coste personal que le está suponiendo no mostrar sus enfados o desacuerdos. Hay personas que creen que tienen que aguantar y decir poco o ni pío. Incluso las hay que creen realmente que son malos y pueden llegar a herirse físicamente (cortándose, etc). Se da la paradoja que, para evitar “dañar” al otro si digo, uno se guarda todo lo que le molesta. Por eso decía al principio, que a menudo la rabia se queda dentro aunque su movimiento es el de ir hacia fuera. Pero que la rabia se quede dentro tampoco es la solución. Uno se puede quedar acumulando rencor. Hay que drenar la rabia. Expresar las propias molestias y los desacuerdos puede verse como un acto de respeto personal: que no nos estamos dejando manipular o pisotear por la voluntad de otros. Eso no es ser mala persona, esa es la confusión con la rabia. Se trata de usarla para defenderse y decir lo propio. Probablemente, si hemos cedido habitualmente a las presiones de otros, que de repente empecemos a decir que no o que esto o aquello nos molesta, va a descolocarles. Quizás incluso se muestren ofendidos, nos rechacen o intenten hacernos sentir culpables con el cuento de que somos malas personas o con el de  “con todo lo que hago por tí”.

No nos dejemos manipular: si alguien quiere hacer tanto por nosotros, sin habernos consultado, es asunto suyo. No debemos cargar con esa responsabilidad ni pagar un precio que no hemos acordado.

Sa i estalvi 

Agradecimientos:

A NomNam por el namig de la sección

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