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Valencia antes del Bakalao, una charla con el autor de la nueva biblia de la fiesta levantina

Entrevistamos a Luis Costa al hilo de la publicación de “¡Bacalao!, Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995”

Categoría: Cultura | 21 diciembre, 2016
Redacción: Álvaro García Montoliu | Fotografía: Sara Lomas

Luiscosta 1 Valencia antes del Bakalao, una charla con el autor de la nueva biblia de la fiesta levantina

La semana pasada Contra llevó a las librerías una obra que pretende acabar de una vez por todas con esas connotaciones negativas que los medios se encargaron de incorporar a lo que en los 80 era una escena sana y rica culturalmente, la mal llamada Ruta del Bakalao. Antes de las masificaciones, existía una red de discotecas por toda la Comunidad Valenciana con una música innovadora, unos pinchadiscos eclécticos y singulares en una vibrante escena que no ha sido suficientemente reivindicada en los libros de historia.

Hablamos con Luis Costa, autor de “¡Bacalao!, Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995”, jefe de prensa en Razzmatazz, periodista y DJ, para que nos cuente qué le llevó a emprender este fascinante proyecto, que nos ayude a entender mejor las claves que originaron el fenómeno o cómo la inclusión de una sola letra, la “K”, pudo pervertir de tal manera a la escena.

 ¿Hubo algún detonante que te decidiese a empezar este libro?

 No hubo ninguno en concreto. Era un proyecto que siempre he tenido latente entre los diferentes temas musicales que me han ido interesando a lo largo de los años, pero sí que es verdad que en el momento en el que empecé a hablar con Contra para escribir un libro de música fue uno de los temas que recuperé. Éste nos encajaba a las dos partes porque nos dimos cuenta que no existía bibliografía sobre este asunto más allá de “En Extasi” de Joan Oleaque, un ensayo breve en catalán que pasaba muy rápidamente por los temas que me interesaban para mi relato. Todo lo de los 90 y la mákina catalana a nosotros no nos interesaba. Vimos que había un hueco y decidimos embarcarnos en el proyecto

 ¿Por qué este formato de historia oral?

 Al final fue el propio formato el que me atrapó a mí, antes ni me lo planteaba. Durante un breve lapso de tiempo, es cierto, consideré hacer un ensayo y ampliar la investigación que había iniciado Joan Oleaque. El problema es que no existía demasiada información de primera mano sobre el asunto. Los reportajes de la época solían ser sesgados y sensacionalistas. Vi que tenía que empezar de cero en muchos asuntos, así que finalmente pensé que éste era el mejor formato para que los protagonistas dieran la información a su manera. Al final yo servía solamente de vehículo para desenterrar esa información, que en muchos casos estaba sepultada entre los escombros de la Ruta del Bakalao. Había que sacarlo como fuese.

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 En el prólogo ya dices que no viviste la Ruta por edad y, de algún modo, este libro se podría entender como un ajuste de cuentas con tu pasado. ¿Cómo fue la documentación y las entrevistas? Porque de algún modo hacías esa Ruta.

 Hay algo que quiero aclarar porque me lo estoy encontrando últimamente: esto no es un libro sobre la Ruta del Bakalao, sino toda la década previa y cómo se pudo llegar a esos niveles de asistencia tan superlativos. En mi libro esta parte supone apenas un cuarto y al final…

 Sí, disculpa, es culpa mía por hacer esta analogía.

 Esta parte previa sí que me pilló muy joven por edad. En esa época es que ni tenía carnet de conducir y sólo salía por Barcelona. Ya la Ruta sí que la pude haber vivido, pero no me interesaba. A mediados de los 90 lo que ocurría en Barcelona ya era mucho más interesante.

 Y, entonces, en esa primera mitad de los 80, ¿la gente bajaba de Barcelona o era un fenómeno más local o autonómico?

 Fue progresivo. Al principio los que realmente conocían el fenómeno eran los propios valencianos. En un punto esto era semiclandestino, si tú no sabías que a las afueras había una discoteca no te enterabas. Sí que había un boca oreja y bajaba gente de distintos sitios de España en la primera mitad de los 80. En la segunda se va conociendo más hasta que en los 90 se masifica. Lo que al principio surge como una cobertura de semidenuncia por parte de los medios acaba siendo un efecto de llamada para todos aquellos jóvenes que lo ven.

 ¿Cómo eran tus viajes a Valencia para documentarte y realizar entrevistas?

 Eran muy apretados e intensos. Trataba de reunir varias entrevistas en los tres días del fin de semana. Eran agotadores, con planes de trabajo en los que acababa exhausto. Llegaba al hotel por la noche y me ponía a transcribir para adelantar. Lo mismo tanto en los viajes de ida y los de vuelta. Procuraba que entre viaje y viaje transcribiese todas las entrevistas para llegar al siguiente para tener todo lo previo transcrito. Así me permitían formular nuevas preguntas a los siguientes entrevistados.

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 Quizá es una tontería, pero no es lo mismo que les venga un periodista de Valencia que vivió el fenómeno que tú. Entonces, ¿eran habladores o tuviste algunos problemas al principio por aquello de no ser valenciano?

 Fue progresivo. No te conocen, eres de fuera, en un principio no saben el proyecto de qué va. Al principio sí notaba cierta reticencia a hablar. Poco a poco fui descubriendo el motivo. Joan Oleaque me comentaba que aún siendo de ahí, habiendo vivido la época e incluso trabajado en una de las discotecas, Chocolate, tampoco estaban abiertos y relajados para hablar del tema. Tiene que ver con que los medios de comunicación se encarnizaron en su día con la historia. A través de la perversión gráfica de cambiar la “C” de “Bacalao” por la “K” se manchó un movimiento que era pura vanguardia. Los protagonistas del libro no lo vivieron con buen humor y consideran que fue el principio del fin de ese caudal creativo y vanguardista que habían tenido previamente.

 ¿Cuál ha sido el rastro más difícil de encontrar? ¿Ha habido alguno que te hubiese gustado que estase? Y no, no quiero que hables necesariamente de la ausencia de Chimo Bayo.

 Me hubiese gustado contar con la participación de Mani o Ian Brown de Stone Roses. Lo intenté por todos los medios pero no fue posible. También con Alejo Alberdi de Derribos Arias pero al final como estaba liado no pudo. En realidad estoy feliz con todos los testimonios que participan. Son los que realmente me había marcado. Tener a Ana Curra, a Steve Hovington de B-Movie o Mark Burgess de The Chameleons me hace feliz.

 ¿Cuál es el personaje más trascendental en tu libro?

 Es difícil destacar a uno en concreto porque todos han sido importantes en algún momento de la historia, pero puede que Carlos Simó sea uno de los más trascendentes porque cuando él empieza a pinchar en Barraca y el impacto que tiene en la escena podría ser una de las figuras que marca, sin duda, el arranque. También cuando entra en escena Fran Lenaers porque como DJ supone un cambio a nivel técnico muy importante donde inaugura un tipo de mezcla revolucionarias para el momento. También como productor en Megabeat, uno de los grupos abanderados del sonido Valencia.

 ¿Y la canción que mejor defina el movimiento?

 Hay muchas, pero una de ellas podría ser “Nowhere Girl” de B-Movie porque en un momento del libro Juanito “Torpedo” llega a decir que con esta canción empezó todo. Que te lo diga un protagonista que estuvo desde el principio es que debió tener un impacto tremendo. Además es que es una gran canción.

 ¿Cómo explicas que una droga, la mescalina, influenciase de una manera tan marcada el movimiento?

 No sé si fue tan influyente o decisiva, pero si tantos personajes de los que he entrevistado coinciden de una manera tan clara 30 años después en sus bondades y efectos proclives a la fiesta entiendo que algo tiene que haber. Hay que relativizar con el tiempo y ver el momento en el que surgió. En los primeros 80 la juventud valenciana empieza a disfrutar de unas libertades que les han sido vetadas a sus mayores en una España gris y desfasada respecto a otros puntos del planeta. Lo viven todo muy intensamente. Si viene de finales de los 70 y el impacto durísimo de la heroína. Que mientras estaban en discotecas sin horarios y disfrutando de grupos de culto que en su país apenas llenan pero que ahí tocan en discotecas llenas a altas horas de la mañana sin regulación horaria apareciese una droga como la mescalina se acaba idealizando. La aportación de este capítulo en el libro es muy importante sociológicamente porque no se tenía mucha información al respecto.

 Al principio del libro apuntas una idea que ya me dijo Nando Dixkontrol, que se habla mucho de escenas como la de Chicago, pero que paralelamente había un fenómeno aún más masivo en Valencia que no aparece en los libros de historia. ¿Por qué?

 No lo sé. En la primera página del prólogo ya digo que cuando Laurent Garnier entra por primera vez en Haçienda en 1986 y flipa con el house que pincha Mike Pickering en Valencia ya llevan un lustro a un nivel brutal con DJs pinchando una música absolutamente vanguardista y con grupos como Soft Cell tocando en discotecas de pueblos de 2.500 habitantes en 1981. Que no haya trascendido es una mezcla de que ellos mismos lo han mantenido oculto y latente, como si no tuviesen la necesidad de que trascendiera, lo querían cuidar, que no se pervirtiese o perdiese la magia. También porque no hay una red de productores musicales que hayan podido hacer que esto tuviese un impacto fuera de Valencia. El primer nombre que surge es el de Germán Bou, pero ya en 1990 o 1991. Es un poco tarde porque ya han surgido artistas y productores de electrónica años antes, a ese nivel su aparición ya no supone una novedad. Si hubiese habido reportajes que hubiesen abordado de una manera rigurosa el movimiento estaríamos hablando de otro escenario.

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 ¿Por qué crees que aún se demoniza al bacalao o, en el mejor de los casos, se toma con más cachondeo que otra cosa? ¿Qué hace falta para que cambie esta perspectiva?

 Me sigue sorprendiendo. A pesar de que titulo el libro “¡Bacalao!” con “C” y que se sabe de una manera tan clara por las explicaciones de los protagonistas que “bacalao” se refería a los 80 de una manera muy coloquial, espontánea y simpática al buen rollo de la fiesta. Poco después se acabó refiriendo a una música de calidad e importación entonces, ¿cómo puede ser que siga estigmatizado con los años que ha pasado? Es que me estoy encontrando estos días con la promoción del libro que algunos medios titulan a partir de ideas como “Ruta del Bakalao”, “Bakalao” con “K” o incluso de “Bakalas” con “K”. Me parece alucinante, algo debe haber para que haya algún tipo de efecto hipnótico en esta palabra para que los medios de comunicación aún sigan hablando de ello. Supongo que así venderá más, aunque hayan pasado 30 años.

 ¿Crees que algo así se podría repetir en Valencia o alguna otra parte de España? O, dicho de otro modo, ¿ves algún fenómeno posterior o actual que sea comparable?

 No veo ninguno porque no acompañan los diferentes elementos que deberían coincidir a la vez y de una manera muy clara para que se diese algo así, pero no tengo ninguna duda de que si esto se pudiese repetir en algún momento sería en Valencia. Lo tiene todo: el clima, el carácter valenciano, la fiesta, las fallas… Tienen una gran sensibilidad musical, por lo que sigue siendo un enclave ideal para que algo así se diera de nuevo. Falta el clima político.

 También te quería preguntar, aparte de Nando Dixkontrol y quizá Amable, ¿hay algún DJ de ahora o de los últimos años que pueda tener un rollo parecido a los de la época?

 Lo pude apreciar en Sideral, un DJ que arriesgaba y que no tenía problemas en mezclar diferentes estilos, que es la clave de esta historia. Chelis, de Zaragoza, también reúne estas condiciones y esta libertad de partir de su personal discurso y mezclar los estilos que se le pongan por delante y ser, al fin y al cabo, libre con su selección.

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Categoría: Cultura | 21 diciembre, 2016
Redacción: Álvaro García Montoliu | Fotografía: Sara Lomas
Tags:  bacalao, entrevista, luis costa,

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