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Taxis sin datáfono: el final de la cuenta atrás

¡Ya queda menos, taxicómanos! El 1 de enero de 2017 todos los taxis de Barcelona estarán obligados a llevar un datáfono para los clientes que pagan con tarjeta de crédito. Se acabó el vivir en la prehistoria. Se acabó el sufrimiento. Dejad que me aclare la garganta: ¡¡ALELUYA!!

Categoría: Cultura | 23 noviembre, 2016
Redacción: Óscar Broc

El DJ Flavio Rodríguez escribió en su página de Facebook una frase que me ha perseguido durante meses. Más o menos decía así: “Sabes que has llegado a Barcelona cuando los cuatro primeros taxis del aeropuerto no aceptan tarjeta de crédito”. He aquí uno de los calvarios que más atormentan a los usuarios de este medio de transporte en Barcelona. Lo que en un sinfín de servicios públicos es habitual, a algunos taxis les sigue pareciendo el delirio de un novela ciberpunk.

Parece increíble, pero en pleno 2016 en Barcelona todavía hay un buen número de conductores que no llevan datáfono (o dicen no llevarlo). Si puedes comprar los billetes y tarjetas de metro o bus con una tarjeta de crédito en todas las estaciones, ¿por qué diantre no puedes hacer lo mismo con un trayecto en taxi?

A veces me siento tentado de pagar con doblones. Ya puestos, que pongan un ábaco con un reloj de arena en lugar de taxímetro. Afortunadamente, el Consejo Metropolitano aprobó una modificación del reglamento metropolitano del taxi que acabará con esta deficiencia de cuajo: a partir del 1 de enero de 2017 será obligatorio llevar datáfono. Como diría Leonard Cohen: ¡aleluya!

Me considero taxicómano y llevo sufriendo la aversión al plástico de muchos taxis desde hace años. Me he quedado tirado en incontables ocasiones en la negrura porque no ha habido forma de parar uno con lector de tarjeta. He tenido que irme muchísimas veces hasta el cuarto o quinto taxi de un parada, porque los primeros no aceptaban esa pamplina de la modernidad llamada Visa. He tenido que desviar el coche de mi ruta, bajarme y perder cinco minutos en un cajero automático, porque me he olvidado de preguntar por el lector de tarjeta antes de subir al vehículo (y por supuesto el lector ni está ni se le espera).

Diablos, cada vez que aviso de que voy a pagar con plástico, lo hago con la boca pequeña, como si me fuera a caer una hostia en el momento menos pensado. Me he topado con taxistas que al ser alertados de que abonarás la carrera con tarjeta de crédito, resoplan, agrían el rictus, chasquean la lengua y te perdonan la vida. La pregunta “’¿Aceptas tarjeta?” se ha convertido en algo tan natural como los buenos días. Rara vez entro en un taxi sin cerciorarme de que podré pagar con Visa. En algunas ocasiones, me ha faltado esto para entrar con la tarjeta entre los dientes.

Solo le veo un inconveniente al datáfono: que el aparato falle después de haber consumado la carrera, y el taxista y cliente se vean en un callejón sin salida, obligados a buscar una solución para el pago. Afortunadamente, las ventajas son más numerosas. Los taxistas podrán ir con menos efectivo en el coche, y eso se traducirá en más seguridad. El distintivo de cobro electrónico disuade a los chorizos. Con un lector, además, se ampliará el abanico de clientes yno se ceñirán estrictamente a los que llevan dinero encima, sino que abrirán la persiana a un mundo lleno de posibilidades: aunque no lo parezca ahí fuera hay más gente armada con plástico de lo que parece.

 Se acabaron las miradas furtivas al taxímetro y los conteos de monedas compulsivos; el miedo a que no alcance la guita y se avecine tangana. También se evitarán las reyertas que estallan en las paradas de taxis, cuando tienes que saltarte varios turnos para encontrar un coche con lector, desatando escenas de frenesí simiesco entre conductores, clientes y cualquier pobre diablo que pase por ahí. Los habituales del aeropuerto saben perfectamente que esas escenitas son habituales y hacen perder mucho tiempo al usuario.

En este futuro tan esperanzador solo queda esperar que la entrada del taxi en el mundo del cobro electrónico sea el principio del fin de ciertos tics que también deberían formar parte del pleistoceno de este servicio y siguen demasiado vigentes.

Hablo de los vehículos que apestan a tabaco; de tapicerías ahumadas a base de paquetes de Nobel fumados y refumados ahí dentro. Hablo de no tener que decirle al taxista que cierre la ventana en pleno mes de enero porque tus amígdalas pueden explotar. Hablo de esa música a todo volumen que el conductor baja de malos modos cuando se lo pides educadamente. Hablo de no verte obligado a calzarte unos auriculares para evitar conversaciones forzadas, valoraciones del clima o interrogatorios de segundo grado sobre tu línea laboral. Hablo de subir al taxi y no preocuparse por nada.  

El datáfono es en realidad un paso necesario hacia la modernización de un sector que parecía desintonizado de los tiempos que corren. Por primera vez en la historia de la ciudad, dejaremos de dar una imagen de atraso a los muchos extranjeros que utilizan este transporte público y pagan con tarjeta. Barcelona no podía permitírselo.

Saboreemos, pues, nuestras últimas discusiones con los conductores que nos dejan tirados porque no aceptan tarjeta. Disfrutemos de las últimas trifulcas en las paradas. Vivamos al límite los últimos ataques de ansiedad controlando monedas y taxímetro. Cuantos más taxis sin lector de tarjeta cojamos, mejor. A la sopa boba…Recordad que el 1 de enero del año que viene todos esos momentos se perderán, como datáfonos en la lluvia.

Ilustración: Javier Pereda

Categoría: Cultura | 23 noviembre, 2016
Redacción: Óscar Broc
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