Fiebre Blanca

Para la mayoría de los españoles el cricket es un poco como ese agujero que se abrió en Siberia hace un par de años; Su existencia es innegable, pero nadie puede explicarlo. Sin embargo, en los últimos años este juego de origen británico y de legado colonial ha empezado a dejar huella en Barcelona gracias a los esfuerzos de la comunidad Pakistaní, India y Bangladeshí, para quienes el cricket es “casi una segunda religión”.

“Para nosotros es como el fútbol” me cuenta el capitán de Barcelona Eagles CC, mientras tomamos un café en un bar del Hospitalet. “Empiezas a jugar con cuatro o cinco años con lo que encuentras por allí en el barro. Un palo de madera y un pelota de tenis es todo lo que necesitas”. Khurram tiene 31 años y lleva desde el 2003 viviendo en la ciudad. Parte de la ola de inmigración que llegó a España a principios de los 2000, a cierto modo su historia corre en paralelo a la del cricket en la ciudad. “El primero año no pude trabajar” dice, “ luego, en el 2004 me pillaron en la empresa de seguridad.” En esa época solo había tres clubs de cricket en la ciudad y su perfil era más bien de expatriados – profesores de inglés o jubilados del Reino Unido, Australia o Sudáfrica. De hecho al principio la idea de formar parte de un equipo sería tampoco interesante para Khurram. “Lo que a mi me gustaba eran las pesas. Quería ser culturista. Pero luego me di cuenta que a través de un equipo de cricket podría conocer a más gente y aprovechar mi tiempo libre.” De allí surgieron los Eagles.

La profesionalización del cricket: de juegos espontaneas en la calle o en parques con pelota de tenis a una liga de pelota dura que hoy cuenta con 40 equipos registrados empezó en serio en el 2009, al mismo tiempo que la inmigración se empezaba a estabilizar, y la crisis a morder. Lo que era entonces el Catalan Cricket Club (hoy la FCC) “Organizaron un torneo donde regalaron material a los equipos registrados. Pero desde entonces los equipos se autogestionan” me cuenta Khurram. Y si no sale barato, (el material, alquilar las pistas, y los viajes para jugar puede llegar a costar una pastizal) formar un equipo tiene otros beneficios. “¿Has oído hablar sobre el social networking? Pues yo hablo del Cricket Networking”. Me cuenta que además de estar bien para pasar el rato y hacer deporte, el cricket también brinda oportunidades de trabajo. “A través de los equipos puedes encontrar un empleo o un favor.” En el caso de Khurram, también le ha funcionado para potenciar su equipo. “Nuestro jugador estrella antes jugaba en el equipo nacional de Pakistán. Claro, cuando llegó a Barcelona no quería saber nada de nosotros, no es lo mismo jugar en Montjuïc que en el Old Trafford. Pero le conseguí un empleo en la misma empresa de seguridad que yo” me dice sonriendo. El cricket networking también funciona en momentos de crisis, que ha afectado esta comunidad igual que a cualquier otra en la ciudad. Y ofrece una salida no solo económica. “Ha habido mucha gente que se han quedado en paro, y esto se nota. Pero te das cuenta que para alguna gente cuando juega es el único momento de la semana en la que sonríen, y eso es muy bonito.”

Unos días después de quedar con Khurram en el Hospitalet, subo hasta la diamante de beisbol de Montjuic para asistir a las selecciones para la academia Española de Cricket. La amenaza de lluvia no ha disuadido los turistas de sacarles un selfie con la ciudad de fondo, y tampoco a los 50 jugadores que esperan su turno de lucir enfrente del entrenador. Hay sonrisas pero también competencia: tanto son las pasiones que elecita el cricket que jugar para un club con más probabilidades de ganar la liga es muy buscado. “No hay dinero en esto” me había dicho Khurram antes, “Pero si orgullo. Lo tomamos muy en serio”.

Para Robert Masih, Director de la Federación Catalana de Cricket la clave es elevar el perfil de esta deporte, dentro y fuera de la comunidad asiática. Está detrás de una programa que ha visto jugadores como Khurram enseñado el deporte a una generación para quienes el nombre de Messi tiene más carga que la de Imran Khan. “Para nosotros ahora la parte más importante de nuestro trabajo es la enseñanza en los colegios” me cuenta mientras el aire se llena con el sonido de cuero tocando a madera, y gritos de esfuerzo.

En cuanto me voy, veo unos jóvenes jugadores de beisbol que se han acercado a curiosear. Sentados en un banco miran a los hombres, sus cascos y bates rectangulares como si fueran de otro planeta. “¿A qué están jugando?” le pregunta uno a sus amigos. “Es cricket, creo”, viene la respuesta.

Está claro que a pesar del boom en equipos y participación en los últimos años, para la gente fuera de la comunidad el cricket sigue siendo una curiosidad. Pero dadle tiempo. La temporada acaba de arrancar.