Un guateque con la Polaroid

A medida que envejecen, las fotos de las cámaras Polaroid ganan en color sepia, el color de la alegría pretérita. Simbolizan un tiempo en el que todo lo material era fácil de conseguir. En color Polaroid asistí el primero de abril a un acto de jovialidad ochentera, noventera, de cuando la Transición era inmaculada y la burbuja del sistema era una advertencia marginal de aguafiestas y apocalípticos. Era un guateque en los jardines del Palau Robert para inaugurar una exposición de los 75 años de fotografías de la Agencia EFE. Los Juegos Olímpicos, el Rey vitoreado por la masa y otras ilusiones semejantes. Qué sensación más extraña. Algo parecido me sucede cuando almuerzo en el Flash Flash o en Giardinetto: estoy a gusto, me siento cómodo, pero si me fijo bien en lo que me rodea –la decoración, los clientes de toda la vida-, me imagino que en verdad nos quedamos allí dentro, años ha, colgados en una combinación de éter y ámbar.

Los invitados de postín se fotografiaban con los logos de EFE y de las marcas patrocinadoras. La Caixa, omnipresente, estaba representada por discretos directivos que el ojo no entrenado ignoraba. En primera fila aparecía Jaume Giró, el visir del presidente de La Caixa. Siempre a un lado, como cayéndose del encuadre. “De los aquí presentes, es el que manda más”, me susurró un periodista económico. No lo dudo, y eso que el plantel era de primera: por parte del gobierno español inauguraban la vicepresidenta Soraya y el ministro del crucifijo y la porra, Fernández Díaz. Detrás de ellos, los ‘políticos-ejecutivos’ eran los que marcaban más paquete: el incombustible Enrique Lacalle, rey de los semáforos verdes, o su sucesor al frente del Consorcio de la Zona Franca, Jordi Cornet. El Consorcio de la Zona Franca, para aquellos que no lo conocéis, es un maravilloso invento de esa época en la que vivimos a lo loco. Estoy convencido que si te pierdes por los polígonos de la Zona Franca harás un salto en el espacio/tiempo, al estilo de la serie ‘Fringe’, y te encontrarán en el mismo lugar pero veinte años atrás, o en una marisquería de la Villa Olímpica celebrando recalificaciones, con el maletín de la comisión guardado bajo la mesa.

También fueron invitados empresarios ‘de toda la vida’, la SOCIEDAD CIVIL –ovación y vuelta al ruedo para el/la que acuñó el eufemismo ‘sociedad civil’. Saludé al único presidente que tengo, el presidente del Real Club de Polo, Daldo Bonet, que asistía representando a su negocio familiar, Freixenet. Me presenté a Artur Suqué y señora, Carmen Mateu de Suqué. Artur Suqué es el hombre de Casinos de Catalunya, dentro del Grupo Peralada. Casinos de Catalunya saltó a la fama por un caso de presunta financiación irregular de Convergència Democràtica de Catalunya. Presunto, no os dejéis el presunto porque el caso fue finalmente archivado. No merece menos el señor Suqué.

Su mujer merece un capítulo aparte. Carmen Mateu de Suqué es la presidenta del Festival de música y arte Castell de Peralada. Ella, su marido y el jefe de comunicación de Peralada recorrían la exposición rezagados del grupo. Mateu de Suqué estaba contenta. Siente un cariño especial por EFE: me contó que el mejor año en la vida de su padre fue aquel en el que fue presidente de la agencia. “Pudo compaginar la política y el periodismo, sus dos grandes pasiones”. Emocionante. Su padre, Miguel Mateu Pla, era hijo de unos de los fundadores de Hispano-Suiza y heredero de importantes participaciones industriales. Uno de los primeros pijo locos de este país. Sucedió en 1967 a don Carlos Sentís al frente de EFE. En 1969 lo relevó don Manuel Aznar. Dios los cría, y los ‘don’ se juntan. Don Miguel era omnipresente, como La Caixa. De hecho, fue presidente de la entidad durante el franquismo. Hizo otras cosas durante el franquismo, todas muy fructíferas. Es más, podríamos decir que el franquismo empezó con él: Mateu fue miembro del Estado mayor de las fuerzas sublevadas en 1936. Fue el primer alcalde de la Barcelona ‘liberada’, fue embajador en París, procurador en las Cortes… Un tío grande. En 1923 adquirió el complejo del castillo de Peralada para aparcar allí su colección de arte. Sus herederos lo abrieron al pueblo y, más en concreto, a la gente de bien veraneante en el Empordà.

Si miras hacia atrás entre los pixeles de las fotos de la exposición de EFE, te dará vértigo. Hemos vivido tan peligrosamente que lo que propone el sector soberanista de la fiesta me parece un paseo en tiovivo. Francesc Homs, escudero, Sancho Panza de Artur Mas, anda por los jardines sin llamar para nada la atención. Me resulta anodino, y supongo que eso es positivo. Si estuviéramos en una boda, él sería el novio y sus invitados serían menos en número que los de la novia, pero más variopintos. Miquel Calçada, artista antes conocido como Mikimoto, hoy vocero del espectáculo patriótico-propagandístico-pirotécnico del Tricetenari; Jesús Conte, histórico jefe de gabinete de Jordi Pujol; Gemma Mengual, Elsa Anka, Julia Otero, Luis del Olmo, Ramon Pellicer… Solo faltaban el Cobi, Jordi LP y Los del Río. Lo más moderno del guateque era el gin-tonic que te vaporizaban con el sashimi de salmón. Y quizá ni eso; quizá ya lo servían así en el Mordisco.